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5.-Vin¿ JOSE GREGORIO HERNANDEZ a llenar una inmensa laguna en nuestra evolución científica. Es verdad que ya en vida, y a raíz de su muerte se le ha hecho justicia. Pero las generaciones que vengan, y que puedan ver los acontecimientos con su silueta propia, podrán darse cuenta de la trascendencia de aquel hombre en la vida cien– tífica nacional, y de su importancia en la: elaboración de .nuestra personalidad científica nacional. "Antes de HERNANDEZ -comenta el Dr. Núfü,z Ponte- las enseñanzas no pasaban de meras figu– ras pintadas en los textos, palabras que se apren– dían y se repetían de coro; cuando más, alguna es– casa práctica rutinaria en los llamados hospitales. Con él, y después, acabaron los resabios; fueron ya fenómenos que se observaban; hechos, apreciaciones biológicas que se podían verificar por una experi– mentación sistematizada y científica. Porque él fué quien trajo aquí el primer gran microscopio y ense– ñó su manejo, sus empleos, su importancia; el que hizo conocer la teoría celular de Virchow, la estruc– tura misma de la célula y los procesos embriológicos; el que se puso a estudiar y calcular el número de los glóbulos sanguíneos, el que coloreó los microbios y los cultivó en obsequio de los clínicos; el que rea– lizó las primeras vivisecciones, con que sus cliscípu– los pudieron darse cuenta, por propios ojos, de las maravillosas funciones de la vida animal. Fué aquella hora de revelación, cuando en las vastas selvas de la experiencia, en el curso de la "caza de pan" que dice Bacon, al golpe de la vara mágica, brotaron nuevas y cristalinas fuentes para las ávi– das generaciones universitarias. En el ejercicio de sus clases, que leía con mate– mática exactitud y la más pulcra conciencia, con se– veridad, pero con aliento para los jóvenes amantes del trabajo, el Dr. Hernández desde el primer mo– mento dió a comprender la importancia de su aula 1•11 t'I dominio cabal <le sus conocimit>1ltos, una ha-

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