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 3.-Siempre evitó con habilidad el escollo donde nau– fragan con frecuencia los hombres de laboratorio al hacer su ciencia demasiado especulativa e ideal, separando las enfermedades de los enfermos, como si éstas fueran entes de razón que nada tuvieran que ver con los humanos; y de esta manera encierran en simples fórmulas algebraicas o apotegmas técnicos las más complejas cuestiones terapéu– ticas. Para él no había más que enfermos. Y por eso para cada caso hacía un estudio especial, en el que sus conoci– mientos científicos no eran más que un camino, no un ve– hículo que lo llevaba a su despecho. "Fué médico científico al estilo moderno -declara el doctor Razetti- investigador penetrante en el la– boratorio y clínico experto a la cabecera del enfer– mo; sabía manejar el microscopio y la probeta, pero también sabía dominar la muerte y vencerla. Fué médico profesional al estilo antiguo: creía que la me– dicina era un sacerdocio, el sacerdocio del dolor hu– mano, y siempre tuvo una sonrisa benévola para la envidia y una caritativa tolerancia para el error aje– no. Fundó su reputación sobre el inconmovible pe– destal de su ciencia, de su pericia, de su honradez y de su infinita abnegación. Por eso su prestigio social no tuvo límites, y su muerte es una catástrofe para la Patria" (c). 4.-Según el doctor Perera, hay tres fechas trascenden– tales en los fastos de la Medicina Venezolana: El 10 de agosto de 1763, en que el Doctor Lorenzo Campins y Ba– llester inaugura la Cátedra de Medicina en la Universidad; el 9 de noviembre de 1827, en que el doctor José María Vargas da comienzo a la cátedra oficial de Anatomía. Y "por fin, el 6 de noviembre de 1891, el doctor José Gregorio Hernández inició la cátedra de Bacteriolo– gía, y con ella implantó oficialmente en nuestra Al- (e) Doctor L. Razctti. - Discurso en el Cementerio. -237-
        
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