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los, demostró recien llegado de Europa, en los exámenes universitarios, extensos conocimientos prácticos de Obste– tricia. Sin embargo, su campo estaba en la Clínica Médica, a la que dedicó todos sus desvelos. Y ésta fué la que le dió aquella inmensa popularidad de que gozaba en Caracas y en toda la República. "Los viejos médicos -anota el doctor Domínici– discípulos y sucesores de Vargas, fueron los prime– ros en llamarle a la cabecera del enfermo, en consul– tarlo sin celos ni orgullo, y en atender a sus indica– ciones. En breve tiempo confiáronle los antiguos maestros sus pacientes, contribuyendo así a que se adueñase de la más extensa clientela que haya tenido médico alguno erJtre nosotros. No creo exagerar si asiento que los primeros diagnósticos científicos he– chos en Caracas fueron los suyos. Sus aciertos, obra exclusiva de su ciencia, diéronle en todas las clases sociales una autoridad médica que no se discutía. Repitióse con él lo ocurrido con Vargas, el padre y fundador de nuestros estudios médicos, que llegó a ser el ídolo de cuantos sufrían en Venezuela y fuera de Venezuela. Acudía con igual interés a la rica man– sión y a la humilde choza; con todos ejercía su inna– ta munificencia; prestaba a los ricos ciencia, asisten– cia asidua, cuidado esmerado; regalaba, además, a los menesterosos los medicamentos, y aún los ali– mentos. Todo ello con una humildad, una afabilidad que prendaba los corazones. Fué a su muerte cuando la población entera vino a darse cuenta de la exten– sión de aquella caridad ejercida sin ruido, que los favorecidos clamaban entonces desahogando su com– primida gratitud; de allí la consternación y el dolor, el sentimiento de orfandad que produjo la súbita desaparición de aquel hombre cuya memoria, vor unánime asentimiento, santificada, persiste tan viva hoy, como hace veinticinco años" (b). ,(b) Dr. S. A. Dornínici. - Elegía al doctor ,J. G. llernúntlcz, ¡iúg-. D.
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