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Santa Teresa nos dió la descripción de tales estados,. hecha con mano maestra en habiendo acabado de salir de uno de ellos : "Lo que yo pretendo declarar es, qué siente el alma cuando está en esta divina unión ... estando así el alma bus– cando a Dios siente con un deleite grandísimo y suave casi desfallecer toda con una manera de desmayo, que le va fal– tando el huelgo, y todas las fuerzas corporales, de manera que si no es con mucha pena, no puede aun menear las ma– nos: los ojos se le cierran sin quererlos cerrar; y si los tiene abiertos no ve casi nada; ni si lee acierta a decir letra, ni casi atiende a conocerla bien; ve que hay letra, más como el entendimiento no ayuda, no sabe leer aunque quiera; oye más no entiende lo que oye. . . Hablar es por demás, que no atina a formar palabra ... El deleite exterior que se siente es grande y muy conocido". "Ahora vengamos a lo interior de lo que el alma sien– te; dígalo quien lo sabe, que no se puede entender, cuanto más decir. Estaba yo pensando cuando quise escribir esto, qué haría el alma en aquel tiempo. Díjome el Señor estas palabras : Deshácese toda, hija, para ponerse más en mí, ya no es ella la que vive, sino yo; como no puede compren– der lo que entiende, es no entender entendiendo. . . Se pier– de la memoria. . . La voluntad debe estar bien ocupada en amar. . . el entendimiento si entiende, no se entiende cómo <'ntiende ... "Queda el alma de esta oración y unión con grandísima ternura". Es preciso leer los capítulos enteros de su Vida en que trata de esos estados místicos, para maravillarse de las grandezas de la oración sobrenatural y juntamente conven– <'<'l'Se de que no ofrecen ni siquiera parecido remoto con los Pstados histéricos. Ninguno que establezca comparación <'lltre ellos y los confunda e identifique, puede considerarse eomo verdadero hombre de ciencia y mucho menos como, hombre justo e imparcial. * * *

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