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Con qué dolor leí el artículo de mi maestro! Cómo -deseaba tener un gran caudal de saber y de elocuencia para defenderla de tan inconsiderada apreciación! * * * Muchos años después pude estudiar sus obras y fué entonl:es cuando vine a apreciar la verdadera grandeza de la Santa y a comprender que la idea que acerca de ella me había formado en los primeros años de mi vida, distaba de la realidad cuanto dista la tierra del cielo. Entonces también la empecé a amar y a venerar más si cabe, por otra razón. De todos los Santos que forman el esplendor del Cielo y constituyen la gloria extrínseca de Dios, ninguno, si exceptuamos a la Santísima Virgen, tiene para el pueblo cristiano y para la Iglesia entera la signifi– cación y el valor de San José. Todos vivimos en el amor y la veneración del Santo que no tiene semejante en la in– mensidad de la gloria. La devoción de San José propagada en toda la Iglesia, es la obra de Santa Teresa principalmente. Ella hizo que el culto del Patriarca de Nazareth fuera el culto de todo cristiano y nos enseñó a recurrir a él en todos los casos de nuestra vida, y a poner especialmente bajo su protección el trance terrible de la muerte. Oh devoción cara y amable para todo corazón fiel, que desea la santidad conforme a los designios inescrutables de Dios! Y cómo amar a San José sin tener inmensa grati– tud a la Santa que nos enseñó a venerarlo y a poner en él nuestra confianza como el remediador seguro de nuestros males. Por eso he sentido tan punzante dolor al oírla califi(;ar de hist0rica en aquellos tiempos y siempre, y he formado <·I propúsito invariable de contribuir en lo que pudiera para <ksvall<'('<'I' tan im¡H•nsada y ligera calil'icación, primera- 1111'111<•, d<•111ostl'a11do (Jll<' <'11 Santa Ten•sa no S<' <'llctwntra la 111;·1s ¡1<•q111•1·1a S<•11al d<• liisiPrisnrn, y ('ll S<•µ:1111<!0 l11g-ar
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