BCCCAP00000000000000000000964
nos de ellas y entonces florece espléndidamente la primera siembra, sobre todo cuando el sembrador fué una madre como tú. Yo me quedé con el corazón entristecido al pensar cuántos hay que permanecen definitivamente divorciados del Catecismo, por carecer de una mano amiga y amante que les haga fácil la vuelta. José G. Hernández. LOS MAITINES Parn mi distinynido amigo el R. P. Ben– jnrnín Honoré, Profesor ele Filosofía en el Colegio Frnncés. La campana interrumpe el profundo silencio del de– sierto. La densa noche cubre implacablemente el bosque dl' negra y caliginosa sombra; pero en aquella completa so– lt>dad la Cartuja recibe de lo alto una lluvia de serenidad y de paz. Entre ratos percíbense los ruidos innominados dd desierto, el azaroso canto de las aves nocturnas o el ulu– lar <fo los desolados animales silvestres. Cabe el vecino ria– d1Ul'lo las ranas entonan el triste canto, su sola protesta contra aquella espesa medianoche sin luna. Distínguense los objetos de una manera extraña y las visiones se suceden tan numerosas como los objetos. La cruz que se levanta triunfante en medio del cementerio, como símbolo cierto de futura resurrección, toma en medio de aquPlla inundación de tinieblas, gigantes proporciones. Las tumbas de los que un tiempo fueron víctimas voluntarias d(•I amor divino, se juntan en fraternal abrazo de unión sin f"i 11. Y los cipreses y los mirtos se levantan orgullosos hasta (•1 11iv<'I de la torre del convento, y se entremezclan con las 1'0l1111rnas del silencioso claustro. l ,m, hombres duermen o corren al placer olvidados de ( lioH. Más la campana vibra fuerte y pausadament~ su V( ,z metálica, que recorre el ámbito espacioso y es reflejada <'11 la:,; colinas cercanas. Todo se estremece en la oscuridad. l ,aH puertas de las celdas vanse abriendo una a una y dando
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz