BCCCAP00000000000000000000964
paJaros se levantaban en bandadas, mientras que el pena– cho de humo quedaba como señal efímera de nuestro paso. Yo pensaba que este otro penacho de humo -el hom– bre- vive atormentado por el mismo deseo de Carlos de saberlo todo; sólo que al buscar la vida en su ciencia, no pocas veces encuentra sino la muerte. -Mira, Felipe, -dijo la dama,- ayer no más me ase– guraba que las buenas obras que hacemos no nos sirven de nada, porque nosotros obramos siempre a impulsos del mo– tivo más fuerte y sin ningún mérito de nuestra parte. Su tío guardó un rato de silencio, al cabo del cual le dijo: -Te has vuelto determinista a lo que veo, mi querido Carlos y eso te perturba considerablemente porque encuen– tras que tu filosofía pugna contra tu religión. Carlos contestó: -Y o desearía que alguien me pusiera de acuerdo esas ('osas. Sin embargo, me parece claro lo que nos enseña la 1•stadística. ¿No vemos que hay casi todos los años un nú– nH·ro igual de matrimonios? Lo mismo acontece con los robos y con los homicidios. Un buen estadista calcula siP 1•1-rai· que dentro de dos años habrá un determinado número dt• 1•süJs sucesos, de la misma manera que un astrónomo i11<1 ica los eclipses del sol y de la luna que se verificarán de aquí a diez años. 1,a señora miró a don Felipe con zozobra y como sup!i– (':t 11dolp que ilustrara al adolescente. Don l◄'plipe repuso: -Analicemos bien este argumento. Por ejemplo, todos 1·011H•tnos g1•11eralmente a las siete; si tú vas a la mesa con nosotros a esa hora, ;. lo haces de una manera necesaria, o te rnnst.a poi" !') contrario que tendrías la libertad de no ir'? l•:s claro q111• pll(•do 110 ir Ri aRÍ me place.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz