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Sin entrar a discutir, por no ser la ocasión de hacerlo, las ventajas o inconvenientes, que a cual– quiera de los dos métodos pudiera achacarse, el doc– tor HERNANDEZ empleaba para dictar sus leccio– nes el segundo sistema" (a). 3.-Ya en otras ocasiones hemos aludido a algunos epi– sodios de su vida de profesor. Siempre digno, se hacía res– petar por sus discípulos. Para nadie era un secreto la vida del estudiante, tan rica de alegría y buen humor al mismo tiempo que de una cierta independencia física y mental a que le da derecho su condición de niño grande que todavía tiene que dejarse guiar. El profesor tiene que saber todos estos secretos para poder dominar a sus discípulos. ¿, Lo sa– bía el doctor HERNANDEZ'? Veámos. 4.-Fué al principio del curso. En una de las primeras clases, uno de los discípulos, que no conocía lo suficiente el carácter del doctor HERNANDEZ, se entretenía durante la clase, con algazara de sus discípulos, aunque en sordina solamente, en remedar, mientras el Profesor explicaba un esquema en la pizarra, la especial inflexión de voz y los ademanes del doctor HERNANDEZ cuando explicaba la clase. El doctor, que escribía en la pizarra, se dió cuenta, y de repente se volvió con valentía. Se hizo un silencio de sepulcro. El doctor los fué mirando en torno con gesto se– rio, y les dijo, recalcando las palabras: "Esta es una clase libre. Si hay alguno a quien no le guste puede retirarse, pero yo no puedo tolerar esto, señores ...". Nadie habló una palabra. Nadie se retiró. Pero en adelante no hubo quien volviera a tomar libertades y faltar el respeto. Se había impuesto por su dignidad y su carácter. • 5.-No faltaban al doctor HERNANDEZ rasgos sim- páticos que amenizaban las clases, y que al mismo tiempo daban lecciones de buena educación y de humildad a sus discípulos. Así, en cierta ocasión, recién abiertas las clases, que– riendo conocer a sus discípulos nuevos, les fué pidiendo sus (a) I1011u·11aj,•s, púg-ina;; li81 y (i82.

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