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beración, a nuestro niodo de entender, en Ia mente divina y fué entonces después de esta como deli– beración, que se produjo la palabra creadora omnipotente: "Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra". La formación del hombre comprendió dos ope– raciones sucesivas: primeramente la referente al cuerpo, el cual se produjo mediante el arreglo conveniente de los minerales terrestres, los cua– les, produciendo los elementos anatómicos y los tejidos naturales, recibieron, siguiendo el mismo plan que en los otros animales, la organización suficiente e indispensable para que pudiera veri– ficarse la segunda operación, la creación del alma simple, espiritual, racional e inmortal que había de animarlo. "Formó, pues, el Señor Dios al hombre del lodo de la tierra, e inspiróle en el rostro un soplo o espíritu de vida, y quedó hecho el hombre vivien– te con alma racional". Como vemos, esta doctrina de la evolución con– cuerda perfectamente con la verdad filosófica y religiosa de la creación, a la vez que explica ad– mirablemente el desarrollo embriológico de los seres vivos, la existencia en ellos de órganos ru– dimentarios, la unidad de estructura y la unidad funcional de los órganos homólogos. La misma generación espontánea nada tiene de opuesto a la creación, pues muy bien puede admitirse que reu– nidos convenientemente los cuerpos minerales que han de constituir el cuerpo vivo, Dios concurra para animarlos, así como una vez que están reu– nidos el óvulo y el espermatozoide de la manera natural, Dios term_ina la formación del hombre creando el alma que ha de animarlo. Y por otra parte la doctrina de la descenden– cia recibe de la verdad de la creación un grado de

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