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nas formas elementales, de las cuales habrían de derivarse en una evolución no interrumpida, las especies zoológicas actuales con todos sus repre– sentantes, hasta los grandes mamíferos acuáti– cos, hoy en vía de desaparecer. Pero el océano no produjo sus habitantes na– turales designados con el nombre general de pe– ces, sino que se desarrollaron también las aves originalmente en su seno, las cuales vinieron en- seguida a poblar la atmósfera, pues está demos– trado científicamente que los peces y las aves aparecieron en la misma época en la superficie de la tierra. "Dijo también Dios: Produzcan las aguas ref)– tiles animados que vivan en el agua y aves que vuelen sobre la tierra, debajo del firmamento del cielo". Después creó Dios los demás animales de la tierra. Aparecieron, según parece probable, como en el mar, algunos tipos de muy simple estructu– ra y de ellos se fueron derivando los otros, por las transformaciones debidas al medio en que se encontraban; por la necesidad funcional que pro– ducía los órganos adecuados; por el hábito que fortifica los órganos; por la lucha por la vida que establece una selección natural; y por la heren– cia que fija en la descendencia los c2racteres ad– quiridos durante la evolución. "Dijo todavía Dios: Produzca la tierra anima– les vivientes de cada género, animales domésticos, reptibles y bestias silvestres de la tierra según sus especies. Y así fué hecho". La tierra, el mar y el aire iban quedando po– blados de los seres vivos, conforme el curso de los siglos permitía su lento desarrollo según el plan divino. Para hacer la obra maestra que fal– taba todavía en la creación, hubo como una deli-
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