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Nunca creyó HERNANDEZ que "la evolución orgá– nica y el creacionismo bíblico y dogmático fueran opues– tos", cuando él mismo los amalgama, en cuanto se puede, sin detrimento de ninguno de los dos. Pero mucho menos "inventa" el Dr." HERNANDEZ "dos evoluciones". Si "re– chaza la evolución atea y materialista", no "lo hace en nom– bre de dogmatismo católico", sino "en nombre de la cien– cia" misma, y basado en sus principios. ¿ Por qué hemos de ser extremistas, y, si se puede, no hemos de conciliar dos verdades conciliables, como son las conclusiones legítimas de la razón y los argumentos no menos ciertos, de la fe? No otra cosa hizo el Dr. HERNANDEZ a quien el mismo Dr. Razetti no puede tachar ni de escasez de ciencia, ni, mucho menos, de mala fe. Si en sus ELEMENTOS DE BACTERIOLOGIA no trató esta cuestión, no fué por miedo, sino sencillamente porque la creyó una cuestión más bien filosófica que bacte- mente hijo, no siendo engendrado por un bruto en sentido propio, con el solo concurso ordinario de la causa primera. La razón por sí sola no puede decidir qué hipótesis es la que se verificó de hecho, sino re– curriendo a argumentos de conveniencia, cuyo valor depende siempre mucho de consideraciones subjetivas. Las fuentes de la revelación nos dicen que la intervención especial de Dios no fué propiamente creadora, pero no parecen excluir evidentemente que tal intervención pudiera haberse ejercido sobre una materia ya organizada, o incluso sobre la potencia generativa de un bruto, la cual, mediante ella, pudiera llegar adonde no hubiera llegado jamás por sí sola. Si, pues, al hablar del origen del cuerpo del primer hombre por evolución se quiere simplemente sostener que éste enlaza con un ligamento físico de derivación con las especies vivientes inferiores. no parece que esta teoría deba decirse que repugna a la razón, o que en el estado actual de la ciencia teológica esté en contradicción con verdad alguna de las que tocan a la fe. Una palabra más conclu– yente sobre éste y otros problemas referentes al origen del hombre, como decía 'Su Santidad Pío XII en un discurso pronunciado en 19-H a la Pontificia Academia de Ciencias, la dirá el porvenir "si un día la ciencia, iluminada por la fe y guiada por la revelación, puede dar resultados seguros y definitivos sobre una materia tan importante". (La" cita está tomada de la Revista ECCLESIA, Nº 1, de enero de 1949. Madrid, N° 390). -188-
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