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seguir el camino bordeado de zarzales siempre con una son– risa en la boca. "Las circunstancias que me han rodeado en casi todo el transcurso de mi existencia, han sido de tal naturaleza, que muchas veces, sin ella, la vida me habría sido imposible. Confortado por ella he vivido y seg1,1iré viviendo apaciblemente". 8.-Pero alguien podría haberse quedado, al leer estas líneas, en la periferia de las palabras y de las cosas. No fué simplemente la filosofía, esa ciencia a veces tan fría y tan desnuda, la que le dió ánimos para vivir, y para morir. Era la filosofía, sí, pero tal como él la entendía, con su sen– tido cristiano, fervorosamente. "Mas si alguno opina que esta serenidad, que esta paz interior de que disfruto, a pesar de todo, antes que a la Filosofía la debo a la Religión santa que recibí de mis padres, en la cual he vi– vido y en la que tengo la dulce y firme esperanza de morir: Le responderé que todo es uno". (d). Este es el final del Prólogo, un final literariamente efectista, como si fuera el décimocuarto verso de un soneto, en el que están condensadas las ideas y los sentimientos de la pieza literaria. "Le responderé que todo es uno". . . . Para él la filo– sofía no tenía una existencia independiente, en cuanto in– incapacitada para resolver todos los problemas, sin la ayuda de la Religión, o mejor, no siendo las dos una misma cosa; interpretando, sí, pero siempre con un sentido reverente para la Revelación que nos abre las puertas de tantos mis– terios que nosotros no podríamos desentrañar sin la ayuda de ella. La Filosofía llega a los límites del misterio, de lo sobrenatural y allí se queda muda, sin poder interpretar los tremendos problemas que le salen al paso, cerrándole el camino. Pero, si la Filosofía viene apoyada en su hermana (d) Id. de id., pág. 7. -181 -
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