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CAPITULO DUODECIMO EL PENSADOR 1.-Ser filósofo no es haber escrito con más o menos profundidad una serie de libros en los que se defienden ideas originales, o haber publicado un manual de Filosofía, ni mucho menos ser un excéntrico que vive en las altas es– feras de una metafísica fácil e imposible de acoplar a la vida real. El filósofo es el hombre que se ha acercado a las cosas y a los acontecimientos para darles una explicacióh, el que ha llegado a encontrar un camino más expedito para llegar a la Verdad, meta de la Filosofía, el que ha interpre– tado los sucesos del mundo con una más fina percepción. En suma, el hombre que ha llegado a acoplar su idea, la verdad subjetiva, con la realidad, o verdad objetiva, hasta que esas dos realidades se han fundido en una sola y misma verdad, llegando así a la Verdad Suma que es Dios. Este es el verdadero concepto del filósofo, y mejor todavía, del investigador de la Verdad. 2.-Esta ansia por la verdad la encontramos en todas las acciones, y sobre todo, palpitante, en los escritos del Dr. HERNANDEZ, un hombre que lejos de ser bueno porque no podía menos, o porque su inteligencia fuera incapaz de rebelarse, toma las ideas y las examina, las hace pasar por el tamiz de su mente analítica, y después de seleccionadas, se aferra a ellas de la manera como lo debemos hacer todos en la vida cuando encontremos un poquito de verdad en ella: como un náufrago que se ase a un tablón del barco hundido. Este poquito de verdad que podemos vislumbrar -177-

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