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20.-Las personas que ya en vida le consideraban como un santo, se acercaban a él con la misma devoción que a un sacerdote, a pedirle la bendición. El procuraba esquivar estas indiscreciones diciendo : -"Si yo estoy buscando quien me bendiga .... " Cuando recibía los honorarios por su trabajo, siemp:n~ contestaba con un "Dios se lo pague", humilde y agradeci– do, como si en vez de una justicia recibiera una limosna. Para él era una delicia considerarse pobre como Jesús y como su Padre San Francisco, y ya que no tenía la dicha de lanzarse a los caminos a pedir limosna, le quedaba el único consuelo de figurarse que aquellas monedas que de– jaban en sus manos era un óbolo dejado en las manos de un pobre que plañe a la vuelta de una esquina. 21.-Con el servicio de la casa era siempre compla– ciente, en medio de su dignidad que" nunca le abandonaba. Además de pagarles, les agradecía su trabajo. "Dejo un paquete -le decía a César cuando se fué para la Cartuja- para que paguen el servicio y te encargo les dés las gracias en mi nombre". Pronto a pedir perdón, aún por ofensas imaginarias, escribía· a sus familiares: " .... les ruego a todoR que me dispensen todo lo que yo les he hecho sufrir; y que Nuestro Señor nos dé la dicha de volvernos a ver en el cielo .... " Mas de uno de sus familiares sintió escalofrío de cari– ño y la vista nublada, al ver que les pedía perdón aquel hombre que a nadie había dado tristeza en su vida. " .... Mi querido César --es de la misma car– ta-, dispénsame todas estas molestias, que Dios te lo pagará todo junto .... " (a). (a) Carta a su hermano César desde Puerto Cabello, junio {; ·<le 1908.

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