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Su lecho era sencillo, de alambre, con una delgada colcho– neta que casi trasparentaba los alambres que se tenían que hundir en su carne. Si en sus cosas era modesto y lleno de la virtud de la templanza, mucho más lo era en el porte exterior, reflejo de su alma. Su modo de andar, característico, le añadía una distinción depuradamente cristiana al reflejo de bondad y sencillez de su rostro. 16.-Quiso también poner en práctica en su vida el cumplimiento de los consejos evangélicos. En la obedien– cia era perfecto y sumiso. Siempre, antes de tomar una decisión, la consultaba con su Director de conciencia, para estar más en consonancia con la Voluntad de Dios. "Era el hombre de la Regla y del deber", dijo de él su Maestro de Novicios en la Cartuja. Y su obediencia se aquilató en las nuevas pruebas de tener que dejar primeramente la Cartuja, despufs el Seminario y por fin el Colegio Pío La– tino, cumpliendo la Voluntad de Dios, manifestada por sus superiores y por los médicos. En la vida conventual, fué perfecto en la obediencia. Hubiera parecido muy natural el haber escrito a algunos de sus numerosos amigos y ad– miradores que dejara en el siglo. Sin embargo la Regla prohibe dedicar demasiado tiempo a la correspondencia, y él, en los ocho meses que estuvo en la Cartuja solamente escribió una carta fuera de las dirigidas a su familia. Demostró su obediencia en la renuncia que hizo del deseo que manifiesta en una de sus cartas, de asistir al Con– greso Eucarístico de Lourdes, estando convaleciente en París y de ir a despedirse de sus condiscípulos de Roma, sobre todo del P. Dubuc. El Doctor se opuso, y JOSE GREGORIO obedeció, sabiendo con esto ser, no solamente buen médico, sino también buen enfermo, que es más difí– cil. Estaba patente su obediencia, virtud costosa en la práctica más que cualquiera de los otros consejos evange– licos. 17.-En la pobreza era desprendido de los bienes d<· la tierra, hasta el punto de no importarle lo que ganaba. Solamente le importaba hacer el bien. Todo lo regalaba a -170-