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Su hermana declaró después de muerto, que él le había <dicho varias veces que si moría no quería que lo amortaja– sen para que nadie lo viera desnudo. Alguien lo interpretó como un exceso de pudor, pero la versión más posible y la más difundida fué que llevaba un cilicio sobre sus carnrs y no quería que nadie lo viese. 14.-Era parco en sus comidas, que efectuaba siempre invariablemente a la misma hora. Cuando volvía de la Iglesia a las siete de la mañana, tomaba un frugal desayuno que consistía en pan de trigo y un guarapo sin café. A las doce meridiem y a las seis de la tarde hacía respectiva– mente el almuerzo y la comida, en los cuales solía tomar alguno de estos alimentos: arroz, pastas, legumbres, carné o pescado, frutas y refrescos de fruta; pero jamás admitió en la mesa los licores. Nunca se supo lo que dormía. Pero ciertamente era poco tiempo, porque muchas mañanas su hermana encontraba vacía la lámpara de kerosene que le había puesto la noche anterior. A veces encontraba tam– bién la cama sin deshacer, no se sabe si era porque dormía en el suelo o porque algunas noches no lo hacía y la pasa– ba en oración; en el estudio no podía ser, porque no le Ile-– :gaba para toda la noche la lámpara de kerosene. No tenía costumbre de salir después de las ocho de la noche, a no ser que fuera llamado urgentemente para algún enfermo. Sus vestidos, a excepción del inexplicable cambio que se efectuó en él a su venida de la Cartuja, siempre eran modestos y muchas veces confeccionados por él mismo. Desde la muerte de su padre, usó siempre trajes negros y austeros. 15.-En su habitación brillaba siempre la limpieza y la simplicidad unidas a una modesta austeridad. Tenía en ella pocos muebles: a la cabecera de su cama, una pila de agua bendita, un nicho con las imágenes de Nuestra Señora -de La Merced y el Niño Jesús; un cuadro del Sagrado Co– razón de Jesús; una mesilla de noche, un armario, una silla _y un estante para muestras y propaganda de medicinas. -169 -

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