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10.-Sabemos que con solas unas palabras desarmó a unos estudiantes que le esperaban con intenciones incon– fesables a la salida de la Universidad, por las calificaciones que no estaban a su gusto, y que en New York no temió a una partida de apaches con los cuales podía haber termi– nado no del todo bien .... 11.-Su carácter laborioso no podía sufrir la distrac– eión y la falta de interés en las clases. En cierta ocasión dijo a un alumno que pasó de ligero sobre el microscopio, sin el interés debido a un embrión que estaban estudiando: -"Cuando yo trabajé con Duval, me pusieron un embrión para que lo estudiase y todo el día lo pasé en aquello; me abstraje tanto que hasta me olvidé de comer .... " Tal era su cultivo honrado del deber, que quería incul– car en sus discípulos. Muchas de estas anécdotas se nos han perdido, desgraciadamente, porque él no gustaba de hablar de su vida y menos cuando esto podía ceder en su gloria propia. 12.-Era de un ánimo constante e igual en las tribu– laciones y desgracias, lo mismo que en la prosperidad y en las alegrías de la vida. El humo de la gloria apenas le ro– zaba los vestidos, cuando estaba siempre rodeado de él. Había inculcado en sus familiares este mismo desprecio hacia los honores de los hombres, hasta tal punto que cuan– do al morir trágicamente JOSE GREGORIO, el Inspector General de los Hospitales Civiles del Distrito Federal quiso que fuera embalsamado su cadáver, su hermano César se opuso a este deseo tan plausible de honrar su cuerpo, dando como única razón que JOSE GREGORIO era enemigo de toda gloria humana y a él no le hubiera gustado. 13.-Era proverbial su templanza. Cumplía siempre con los ayunos y abstinencias que manda la Iglesia; y ade– más prescindía regularmente de carne todos los miércoles y viernes del año. A fin de que su cuerpo no se rebelara con– tra el espíritu, lo castigaba al estilo de San Pablo, con vigi– lins, maceraciones, cilicios y otras penitencias. -168-
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