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El General Pimentel sacó un billete de veinte bolívares y se lo alargó al Doctor. El, tranquilamente le devolvió cinco bolívares y se despidió de él afectuosamente, lo mismo que si despidiera a uno de sus pobres de la consulta. Comentando este incidente, decía después Pimentel : -Siempre he querido mucho al Dr. Hernández, pero es la única vez que me ha dado rabia contra él .... 8.-Su virtud de fortaleza puede servir a muchos hom– bres de modelo en el cumplimiento del deber o de la voz de Dios. No era un hombre insensible al cariño, pues le dolían tanto las despedidas de su familia, que no tuvo valor para decirles adiós. Sin embargo, con una firme decisión, cuando oyó la voz del Señor que lo llamaba a su seguimiento, lo dejó al punto todo como los Apóstoles el día que oyeron el llama– miento de Jesús, y se fu-é sencillamente detrás de El. Siem– pre supo defender los derechos de Dios y de su Iglesia, sin respetos humanos, con sencillez y valentía, lo mismo en el terreno humano de la disputa familiar que en la controver– sia científica. 9.-Los rasgos de su carácter varonil son innumera– bles y se han podido ir viendo en el curso de esta historia. Uno más: Se trataba de practicar una intervención quirúrgica, precisamente a uno de los más notables médi– cos de Caracas y como éste diese señales alarmantes que se podían interpretar como síntomas de tétano, los colegas opinaron, en contra de la sentencia del operador, que había que inyectarle suero antitetánico. JOSE GREGORIO exa– minó el caso, e indicó una pequeña dosis de bromidia, pues solamente se trataba de un tic nervioso. No todos los mé– dicos estaban conformes con d diagnóstico del Dr. HER– NANDEZ y uno de ellos insinuó: -Y bien ¿qué perderíamos con ponerle la inyección'? JOSE GREGORIO le contestó rápidamente, con dig– nidad: -¡ Perderíamos honradez; perderíamos moralidad ... ! -167-
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