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10.-En algunos casos en los que recibía sus honora– rios, siempre módicos, aunque fueran personas de posición social, se amañaba para dárselo a los niños para que com– praran golosinas. Tal era su desprendimiento. De esta manera se explica que el médico que pudiera haber hecho mejor fortuna en Caracas por su fama como doctor y por lo solicitado que era de las más altas clases de la sociedad caraqueña, no tuviera nunca sino lo necesario para una vida honesta suya y de los familiares que con él convivíau. Muchas veces se le vió caminar aprisa, con un paquete debajo del brazo, disimulado, para que nadie se diera cuenta de lo que llevaba: era un abrigo para una pobre an– ciana que en su lecho de enferma no tenía con que cubrirse. Todos recuerdan siempre, al hablar del Dr. HERNANDEZ en Caracas, sus estratagemas para socorrer a los enfermos pobres. Unas veces dejaba el dinero debajo de la almohada, cuando se acercaba al oído del enfermo para hacerle una recomendación médica o religiosa; otras veces, cuando le pagaban, y él veía que en realidad estaban necesitados de aquel mismo dinero que ~ él le daban, al dar la mano para salir de la casa, dejaba disimuladamente, en la mano efusi– va, sus honorarios, en un apretón de manos. Otras veces, al pasar junto a la casa de una familia menesterosa, apro– vechaba una ventana entreabierta para dejar dentro su li– mosna, sin detenerse. 11.-No había vallas para su caridad. Afrontaba la lluvia y el viento, siempre a pie, para dirigirse al pobre rancho donde un hermano pobre y enfermo requería los auxilios de su ciencia y de su caridad. Cualquiera que lo viera por las calles de Caracas, siempre con su paso menudo y apresurado, podría decir, mirándolo: "La caridad de Cristo le urge .... ". ( f). (f) II Cor., V, 14-15. -162-

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