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PORTICO -Así sea, y que Dios nos bendiga ... El llanero, desde la puerta, auguró santamente su últi- mo saludo, y salió. Y ya fuera, se volvió todavía: -Y que no haya nada que lamentar, Dios por medio ... -Dios te oiga, mi hermano. Benigno se quedó mirando la calle, gris de atardecer. . .Se alejaba, con su paso lento y cansino el buen amigo que traía las malas noticias. Martín Espinosa, el bandido liberal, que espantaba a las gentes del Estado Zamora con sus bravuconadas, estaba <:erca, y venía en busca de Benigno, conservador íntegro y militante. Había jurado colgarlo del cují más alto del Es– tado, porque -afirmaba- él quería mucho a los zamuros, .sus amigos. Era necesaria una decisión inmediata. Los bandidos de catite y pañuelo a la cabeza, de pistolones fantasmales, .sólo podían tardar unas horas en llegar a Pedraza. Benigno se sentó nervioso a la mesa, y escribió: "Mi querida Josefa Antonia : Me persiguen. A media noche escaparé. Me aguardarás a la reja. La distancia no disminuirá nuestro amor. Tuyo, Benigno". -15-

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