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Por su caridad era querido en toda la República, donde :se le conocía como la más alta personalidad de la medicina venezolana. A tanto subió su fama y su simpatía, que ~u nombre llegó a valer de reclamo propagandístico a la red de compañía de teléfonos cuando se implantaron en Vene– zuela, dando al doctor HERNANDEZ el número 1 de la lista de suscriptores de la República. De esta manera pensarían los renuentes a aquellas invenciones casi diabólicas, que no sería una cosa tan endemoniada, cuando el Dr. HERNAN– DEZ la aceptaba él primero de todos. Sabían los contra– tistas que el doctor HERNANDEZ era un ejemplo, y supie– ron explotar esta superioridad de su nombre. 5.-Fué uno de los rasgos más sobresalientes de su vida como hombre, aquella exquisita sensibilidad que supo dar a su vida para hacer la misericordia. Es propio del carác– ter venezolano, y fama, aún en el exterior, esta dulzura de carácter que se reparte entre los hombres y los animales. Es un rasgo tan franciscano, que yo muchas veces he que– rido buscar la fuente de este carácter en una herencia de aquellos antecesores nuestros, los franciscanos de la Con– ,quista. Ellos, discípulos del Santo tan hombre, San Francisco, para quien eran hermanos el lobo y el cordero, la piedra y el árbol, de la misma manera que el hermano hombre, su– pieron infiltrar en aquellas almas primitivas de los pri– meros indígenas, junto con las primeras palabras en cas– tellano, esta idea de la hermandad universal, en la que es hermano el perro y el pájaro, el hombre y la flor. Esta idea pudo encontrar un recipiente propicio en aquellas almas -elementales, acostumbradas a un contacto íntimo con la na– turaleza exuberante, que les proporcionaba los alimentos ·con tanta largueza como una madre que da el pecho a su pequeñuelo. Y el alma del doctor HERNANDEZ, como hombre, era un alma puramente venezolana, como los campos y el cielo <le su Patria. Ella había también heredado en grado su– perlativo aquella teoría que se resumía en una sola palabra -159-