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Santísima Virgen, el ayuno, la vigilia, y demás obras que practicamos en nuestra orden, por uno de los miembros de mi familia, y así que termino, vuelvo a empezar; de esta manera así como los tengo a todos en mi corazón, con el cariño más grande que se puede tener en este mundo, así quiero tenerlos juntos a mí en el cielo, para nunca más volvernos a separar" (a). No temía la separación, pues sabía que hay un lugar de visita donde todos podemos encontrarnos siempre que que– rramos: el Corazón de Cristo. Así escribía: " ... pero esto no importa, porque nos es muy fácil reunirnos cada vez que querramos dentro del Sacra– tísimo Corazón de Jesús". (b). 4.-Es un caso raro de los pocos hombres que en su vida no tuvo ningún enemigo, y hasta sus adversarios en las ideas eran siempre fieles amigos y sus panegiristas más devotos. Cuando la envidia se acercó hasta él, siempre tuvo para ella una sonrisa caritativa, y una comprensión sin límites para las debilidades humanas. Sabemos que alguna vez recibió anónimos a los que no hizo caso. No sabemos el tono de estos anónimos, y es tan difícil conjeturarlo que nadie lo hubiera podido sospechar ante la admiración y el cariño de todas las gentes hacia él. (c) . Sabía que Dios nos ha hecho de barro, y que muy poco se puede esperar del lodo. Como caso raro se hace notar por un escritor el re– cuerdo de aquel médico "a quien nunca se le oyó hablar mal de los otros médicos". Enseñaba en su casa a sus SO·· brinos a amarse unos a otros, y a saber ceder en cosas pe– queñas en nuestros derechos, por el bien de la paz. (a) Carta a su hermano César Hernández, desde la Cartuja, el 18 de noviembre de 1908. (b) Carta de la Cartuja a su hermano César Hernández, citada. (c) Vida! Y. L. R. en "Ciencia y Hogar", 15 julio 1919, N• 1:3. -1G8-

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