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una humilde dignidad, del· comulgatorio. Su oración pre– ferida, modelo de fe y de esperanza, era: "Oh adorable Hostia. Creo y confieso que tú eres real y verdaderamente el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, y te pido que me dés pronto una santa muerte". 8.-Si con algunos había de ejercitar su apostolado se– glar de la fe, era con sus enfermos, a los que valía tanto en sus auxilios científicos como en la resurrección de su fe dormida. Cierto día, asistiendo a un enfermo que padecía de ho- . rribles dolores, y que en medio de su desesperación se desata– ba en denuestos contra Dios, él, pacientemente, a su ca– becera, le reconvenía a cada palabra procaz, y le decía : "Así no ... así no... Diga conmigo: Dios mío, Jesús mío ..." Este era su apostolado. Por eso muchas personas con– fesaban que su sola presencia les aliviaba hasta físicamente, por aquella unción de sus palabras santas, y su gesto bea– tífico y paternal para con todos los enfermos. Parecía que de él emanaba un fluído sobrenatural que curaba los cuer– pos y aliviaba las almas. 9.-Signo especial de su esperanza es el rasgo de su tenacidad nunca rota, para emprender el seguimiento de Jesús en la vida religiosa y sacerdotal. Tres veces lo in– tentó, y cuando la muerte lo tronchó, como una flor per– fecta para los jardines del cielo, lo iba a intentar por cuarta vez, incansable en su esperanza. Y la suprema manifesta– ción de su esperanza eran aquellas palabras suyas: "Siempre he deseado la muerte que nos libra de tantos males y nos pone seguros en el cielo". 10.-Su devoción a la Santísima Virgen, nuestra Ma– dre, era algo sustancial para su vida espiritual. Era el ambiente maternal, necesario a toda vida; y en la vida es– piritual Ella es la Madre. Diariamente rezaba el Santo Rosario, y desde su juventud se acostumbró a la recitación -151-
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