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cielo, y toda palabra una simiente de santidad. Todo her– mano enfermo era para él Cristo paciente que se le acer– caba pidiéndole la curación. 4.-Todos, hasta los profanos en religión, y aún los enemigos de la Iglesia reconocían la sinceridad de la fe del Doctor HERNANDEZ. Tal el caso de su condiscípulo y amigo el Doctor Razetti, célebre por su ciencia, y apartado de Dios. En otro lugar hemos citado sus palabras de respeto hacia la fe religiosa de HERNANDEZ, que no podía menos de admirar ·como fuente de grandes decisiones. Decía también: "Su fe religiosa es tan pura como puros han sido todos los actos de su vida en el mundo y en el comercio de los hombres" (c). 5.-JOSE GREGORIO no perdía ninguna oportunidad para confesar y defender como un paladín incansable, sus creencias, lo mismo en la cátedra que en la conversación amigable, en todas partes bien alta su frente, porque sus ojos miraban más lejos que a la realidad miserable del ins– tante de la vida. En aquellos días que le tocaron vivir no era tan fácil la defensa de la fé, sobre todo en los círculos científicos en los que se movía, inficcionados por el libera– lismo ideológico y la falsa intelectualidad de los que creían poder prescindir de la idea de Dios, para terminar fabri– cándose un dios nuevo -el ídolo moderno, el último becerro de oro- con los microbios y los iones. En 1905, y suscitada por el Secretario perpetuo de la Academia de Medicina, Doctor Luis Razetti, se entabló una discusión acalorada sobre la legitimidad de la enseñanza de la doctrina evolucionista o darwiniana en su relación directa con el hombre. Visto por HERNANDEZ que en la cuestión alguien se iba más allá de los límites que el Dogma y la doctrina católica pueden admitir en este sentido, pues se intentaba prescindir de un poder superior de animación de aquella materia, se levantó, sin espíritu pendenciero, ( e) Dr. L. Razetti. 12 de junio 1908. - Homenajes, pág. 105. - 149-

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