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nos, de la fidelidad de este diálogo, a pesar de reconocer la, buena intención literaria del autor del artículo. Bien pu– diera ser. Parece que JOSE GREGORIO lo confesó de este, modo a uno de sus amigos. De todos modos, alguna causa de mortificación había en ello. Bien se pudiera explicar el que hubiera caído en la tentación de vestir a la moda, si bien no es aceptable en estos momentos trascendentales de su vida. Más lo que no, se podría explicar de ningún modo sería el que a pesar del equilibrio que demostraba en todos sus actos, cayera en la. ridiculez de usar trajes extemporáneos a su edad y a su bien merecida fama de hombre serio. 13.-A tanto llegó su extremo en este punto del ves-– tido, que un día su amigo Diego Salinas --él mismo lo con– tó- lo encontró en la Plaza Bolívar, con su sombrero de· pajilla y su traje de color, todo él impecable de botines y charoles. Diego Salinas se paró delante de él, lo tomó por– un brazo, y ladeándolo un poco para verlo mejor, lo exami– nó de arriba a abajo, mientras le decía en un tono burlón: -Pero hombre ¿en qué teatro vas a representar? El se echó a reir y le enseñó el junco que llevaba en la mano: -Mira que te pego ... Y los dos rieron la ocurrencia y el chiste sobre su in-- dumentaria casi teatral. · En este caso se le ve retratado en su vida ordinaria, esa vida múltiple de todo hombre, en la que se reúnen los cua– dros serios y los alegres como los cuadros negros y blancos de un tablero de ajedrez. Pero nadie sabía lo que aquello, representaba para él : la batalla heroica que estaba ganan-– do sobre su amor propio, ya casi lo único propio que le quedaba. 14.-El Dr. Dominici nos cuenta en su "Elegía al Dr. Hernández": ". . . le convidé a que viniese a pasar unos días. en Washington, donde yo era Ministro. Convi- - 1:38 ---

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