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hasta le envidiábamos sus alumnos. . . Afirmase a este respecto que cuando ya se d~cidió su re– greso del monasterio, díjole el prior: -Haga en su vida, hermano, lo que más le haya repugnado a sus inclinaciones ... lo que más le haya desagradado ... ¿ Qué ha sido ello? -El ridículo, Padre .. . -Pues eso hará usted, el ridículo, para que martirice aún más su vida. . . ¿ Cómo ha vestido usted siempre? -Como llegué a este santo lugar: siempre de negro . . . ¡ Siempre! -Pues en lo sucesivo, allá, en su Patria, lle– vará sus ropas a la última moda, sin omitir nin– gún detalle, hermano ... Más aún, lleve trajes de gente joven; imite a los más exagerados en el vestir ... -Es demasiado, Padre ... Es casi un imposi– ble ... -Nada es imposible cuando se trata de com– placer a Nuestro Señor, y cuando la voluntad lo quiere. Será éste su más grande sacrificio en 1a vida ... -Así lo haré, Padre, si es que esto complace a Dios ... Y fué así. Lo que quizá muchos pensaron que fuera un desvarío del Sabio Santo, fué solamente un aspecto de su vida eternamente martirizada, fecunda en todas las virtudes y pródiga en los más hermosos sacrificios". (e) Quizás sea ésta la verdadera explicación de aquel cam– bio operado en la forma exterior del Dr. JOSE GREGO– RIO HERNANDEZ a su vuelta de Italia. No salimos, crí– ticamente, responsables de estas afirmaciones, y mucho me- ·(e) R. CifuPrltPs Lahastida.-El Universal, 29 de junio d!' 1\)44.
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