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11.-No faltó en Caracas, entre tantos admiradores al valiente que había sabido renunciar a un bello porvenir para hacerse cartujo, y después para ingresar humilde– mente en el Seminario, quien achacara todo esto a locura en su modalidad de manía religiosa, tanto que se d.ividieron las opiniones y se discutió acaloradamente cuando él volvió a sus clases de la Universidad, sobre su idoneidad para la cátedra. Seguramente que en los adversos había algún mo– tivo interesado en que el Dr. HERNANDEZ no volviera a tomar aquella cátedra, pues sabían que nadie se la podría arrebatar mientras él viviera, a causa de la admiración de sus discípulos. Pero él mismo se encargó de evidenciar la supranormalidad de su mente. Para el mundo, locos son los que no obran como los demás a quienes llamamos cuer– dos, y que muchas veces desmerecen de este nombre. Pero el mismo JOSE GREGORIO era en parte cul– pable de aquellos rumores. Fué algo que nadie pudo enten– der, y a lo cual sólo llegaban las conjeturas. El, que siem– pre se había destacado en la sociedad por la sobriedad de su indumentaria, impecablemente negra, de una seriedad imponente, ahora destacaba por la ropa de color, siempre a la última moda, sin que faltara una tilde ni un detalle para el sastre más escrupuloso. 12.-No podemos afirmar la fuente de donde se han tomado los datos que damos a continuación, ni si son, sim– plemente, un efectismo periodístico. En un Diario de la capital, encontramos estas líneas que quieren explicar aquel fenómeno: "Un cambio, sí, hubo de advertirse en su exte– rior, en su indumentaria. El, a quien antes de irse al Monasterio, nadie viérale jamás con otra ropa que la de luto rígido desde la cabeza hasta los pies, y con el entonces tan usado paltólevita, pudo verle más tarde, algún tiempo después de su regreso, vestir rígidamente a la "dernier", sin que faltara un solo detalle en su indumentaria ultra– moderna, dijérase que excesivamente juvenil, que -136-

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