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la sotana. Recuerda que después, cuando el P. Vega estaba en Barlovento, en una parroquia, le recomendaba los enfermos pobres a quienes atendía .Y pagaba todos los gastos de me– dicinas y operaciones. 9.-Si es para nosotros casi un secreto su salida de la Cartuja, no voluntaria, pues siempre soñó volver a ella, no lo es tanto su salida del Seminario. Fué su mismo Director espiritual, Monseñor Castro, quien viendo el acoso continuo de sus compatriotas para que volviera otra vez a la cátedra, juzgó que la verdadera vocación de JOSE GREGORIO e¡;– taba en el siglo, en la práctica de la caridad para con sus enfermos, y en la formación de la inteligencia de la juven– tud venezolana en las aulas de la Universidad. Y así se lo recomendó. Veía Monseñor Castro clara– mente la voluntad de Dios, y JOSE GREGORIO la veía también en las palabras de su Director. Y así se sometió él resignadamente a volver a ser glo– ria de la medicina en Venezuela. Volvía a los honores re– signadamente, lo mismo que si se acercara a la humillación. El se había despedido de sus alumnos en la última clase con un "hasta mañana" usual e intrascendente. Ahora, al volver a la clase, podía con toda justicia, glosar aquellas palabras de Fr. Luis: "Como decíamos ayer ... ". 10.-Uno de los estudiantes fué a abordarlo, nada más llegar de La Guaira, y nos describe en el periódico "El Tiempo" su entrevista con el Dr. HERNANDEZ: "Hace pocos días circuló rápidamente la noticia de haber llegado a nuestras playas el Dr. José Gregorio Hernández, quien no hace un año aban– donó la Patria para ir a sepultar su juventud y su ciencia en un retirado convento de cartujos. La rapidez con que se divulgó la noticia, de– muestra el interés que inspira a todos la vuelta del ilustrado compatriota. No era, pues, de ex– trañarse, que sus discípulos, los estudiantes de medicina, se dispusieran a partir para el vecino puerto en la creencia de que e] Dr. Hernández.

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