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contrario, como no podía menos de resultar. El edificio, mientras más grande sea, necesita de más grandes cimientos; así la humildad, base de todas las virtudes, necesita ser tanto mayor cuan– to más grande sean éstas. . . . Por eso el ingreso del Dr. Hernández al Seminario, lo ha enaltecido, aún en el concepto de las gentes que no tienen cabal inteligencia de estos asuntos, y todos hemos admirado la misericordia de Dios, manifestaria visiblemente en esa vocación tan llena de espe– ranzas y de consuelos para la Patria". (b) . .. 5.-Allí estaba en el Seminario. Llegó a él lo mismo que un aspirante tímido, a pedir el favor de ser admitido en la casa de Dios, en busca del cumplimiento de Su Divi– na Voluntad. ¿La encontraría, por fin? Era otro sacri– ficio y otra humillación que Dios quería pedirle como prueba, nada más, del cariño que le profesaba. No se lo pedía como realización, sino como anhelo y como fuente también, de nuevas humillaciones, al tener que dejar por segunda vez el hábito talar, y volver a sus clases y a su consulta médica, derrotado de su ideal, pero nunca ven– cido. Se me representa, al escribir estas líneas, la silueta del Gran Derrotado, siempre invicto hfroe de la imagina– ción española, D. Quijote de la Mancha, cuando vuelve a su aldea, sobre el asnillo de Sancho la lanza y los arne– ses, y él sobre su rocín, magro y caído, soñando en nuevas victorias cuando cumpla la condena a la que le sometió su vencedor, el Caballero de la Blanca Luna, en las playas de Barcelona. Así JOSE GREGORIO, con su sangre espa– ñola. Derrotado, pero nunca vencido. Lo mismo que el Caballero de la Triste Figura, cuando la muerte vino a buscarlo, todavía soñaba en una nueva salida, en la magna empresa, en el único anhelo : el sacerdocio. 6.-Para ser sacerdote, tenía que renunciar a su pro– f't•sión médica, según lo mandan los Santos Cánones. En (b) "La Religión", 28 de abril de 1909. --- 12!) -

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