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por mi acompañante, me dijo con su sonrisa en los labios: "Véngase para acá", sentí que no me hubiera sido posible contestar: "Me quedo". Seguimos al Maestro de Novicios, quien con santa cortesía nos mostró toda la Cartuja. Ad– miramos sobre todo la Biblioteca, que contiene la mayor parte de los libros de la Grande Char– treusse, y la iglesia, bellamente decorada. Ha– bríamos deseado volver .a ver al Dr. Hernández antes de partir; pero ya se había hecho harto en nuestro favor permitiéndonos la visita, y nos re– tiramos, pensando yo en la felicidad del que oyendo el llamamiento de Dios deja todas las. cosas y lo sigue. Lucas: noviembre de 1908. Pbro. M. Arteaga" (h) . 10. - Es interesante este rasgo de la "expresión" del Dr. HERNANDEZ, santificado hasta exteriormente por– aquel ambiente de religiosidad y de interior felicidad. No, es raro encontrar en hombres de intensa vida interior este sello que da la gracia y la virtud a los modales, al porte exterior, y sobre todo a la mirada de los qqe se han encon– trado con Dios en la soledad y que están acostumbrados a mirarlo, con los ojos del cuerpo cerl'ados, con la mirada interna muy abierta para las bellezas del mundo sobre– natural. 11. - El cariño por la familia no había -sido en nin– g-11 na manera amenguado por aquel retiro del mundo, y en Hlls cartas se respira ese cariño más suave y más profundo (Jll(' da el amar todas las cosas, aún las que obligatoria– nwntP se han de amar, y hacerlo todo esto por Dios. No, ( h) ll 11a visita a la Cartuja de Lucca, por el Pbro. Manul'l. Arl1·a~a. Vid. HOMENAJES, pú~. 147. 11:'.
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