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fica y al cumplimiento estricto de sus deberes de familia, desaparece del mundo de los vivos el Dr. José Gregorio Hernández, no para confundirse en el abismo de las cosas, herido por la muerte, sino para sepultarse en la celda de un convento, a donde lo lleva una vocación inquebrantable y una fe religiosa tan pura, como puros fueron todos los actos de su vida en el mundo y en el comercio de los hombres. La sociedad de Caracas está de duelo porque la separación de este médico, que ocupó un puesto preeminente en la profesión, es una verdadera pérdida para los que fueron sus clientes y a quie– nes salvó muchas veces la vida con su ciencia y su sagacidad clínica. La Universidad de Caracas, lamenta la sepa– ración de un profesor ilustrado, que tuvo la gran gloria de fundar en ella los estudios experimen– tales de Bacteriología y Fisiología, ciencias éstas que profesó con singular competencia y rarísima consagración. El respeto que siempre me ha inspirado la in– maculada vida del Dr. Hernández, con cuya amis– tad me honré, a pesar de que ambos girábamos en los polos opuestos del pensamiento filosófico ; el conocimiento perfecto que tengo de sus apti– tudes y de su vasta ilustración científica; y sobre todo mi admiración por la entereza de aquel ca– rácter que jamás se desvió ni una línea del ca– mino que debía conducirlo a lo que él creía la rea– lización del supremo ideal de la vida ( *) , son los móviles que hoy me inspiran estas líneas inge– nuas, ,expresión de mis sentimientos ante la irre– parable desaparición de un hombre, de quien la Patria debía esperar aún muchos be;,1eficios. Nadíe tiene el derecho de censurar el acto en sí realizado por el Dr. Hernández; pero todos ele- ( *) Recuérdese en ésta y otras fraces el ateísmo del Dr. Razetti. -109-

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