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Sus trabajos manuales suelen ser, además de la obli– gación del aseo de sus propias habitaciones, el partir la leña necesaria para las cocinas, el arreglo del jardín que cada uno debe cuidar, fabricar en el torno objetos de pie– dad, pintar, esculpir, modelar, y otras distintas ocupacio– nes manuales para las que Dios haya dado facultades a cada uno. Cuando muere, el cartujo es enterrado en la tierra, sin caja, más cristianamente en contacto con la Hermana que a todos nos acoge cariñosaménte. Pedro el Venerable, que vivió entre el 1092 y el 1156, nos ha dejado este retrato de los cartujos de su tiempo: "Son los monjes más pobres; la sola vista de su exterior, espanta. Llevan un rudo cilicio, mor– tifican su cuerpo con ayunos casi continuos y no comen sino pan de salvado, enfermos o sanos. No conocen el uso de la carne, y no comen pescado sino cuando se lo dan. Los domingos y los jueves comen huevos y queso; los martes y sábados comen hierbas cocidas; los otros día.s de la semana viven con pan y agua. No hacen sino una sola comida al día, excepto en las octavas de la Natividad, de Epifanía, de Pascua, de Pentecostés, y algunas otras fiestas. La oración, la lectura y el trabajo manual, que consiste principalmente en copiar libros, son sus ocupaciones ordinarias. Recitan las horas menores del oficio en sus celdas cuando oyen sonar la campana, pero se reúnen en la iglesia para cantar vísperas y maitines; dicen misas los Do– mingos y fiestas ... " (a) La descripción de una Cartuja a grandes rasgos, sería poco mas o menos, la siguiente, que hemos encontrado en una de las publicaciones que se ocuparon de la huída del Doctor HERNANDEZ a la Cartuja: "Al principio, salvo el oratorio y los claustros, que presentaban un aspecto monumental, el resto (a) Citado por el Doctor Ernesto Hernández Briceño en HOME– NAJES (cit.), pág. 108. -101-
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