BCCCAP00000000000000000000964

con mi familia por la necesidad en que me veo de dejarla ... " (f) Al fin JOSE GREGORIO se lanzó confiadamente como un niño en los brazos del Buen Padre Celestial, a quien encomendaba de corazón todas aquellas necesidades de su sentimiento. CAPITULO SEPTIMO EL MONJE 1.-Así, en un día abierto y claro, puramente toscano, llegó JOSE GREGORIO a la Cartuja de Farneta, en las inmediaciones de la famosa Lucca, la eterna rival histórica y artística de Pisa. No era el arte, sino Dios quien lo lle– vaba a Lucca. No eran las hermosuras de Nicolo Pisano, de Fray Bartolomeo, de Giembologna, las que le atraían a Lucca, sino las hermosuras de la soledad, donde esperaba encontrar a su alma, nueva, recién descubierta. Huía del ruido, del mundo, de la civilización, para caer en los bra– zos de Dios que nos espera siempre en la soledad. Es sin– tomático para este nuestro siglo de adelanto y de comodi– dad el que las almas superiores y selectas sientan estas ansias de huir de todo, no con el gesto desesperado del harto, sino del que siente un vacío inmenso dentro de su corazón. La agitación y el ruido, no llenan las almas, sino que las aburren inmensamente, por eso mismo que no son más que ruido, sin una realidad interna que sacie las ne– cesidades imperiosas de las almas. Los alrededores de Lucca, con su soledad, y sus arbo– ledas quietas en el silencio de la madrugada, doradas y mu– das en la belleza de los atardeceres toscanos, eran el am– biente más propicio para estas ansias de soledad y de cielo. Arrojados de Francia los Cartujos por la Revoluci,,11, buscaron un lugar propicio para su vida de retiro y sofp- (f) Carta de José Gregorio Hernán<lez. Pu!'rto Cah!'llo, j1111io 8 <I<• rnox. - (Vid. IIOMENA.JE8, púg. 10:n.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz