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98 DR. J. !11. NUÑEZ PONTE laboratorio y de sus clases. De él se podía pregonar lo que del joven Samuel dice la Escritura: Proficiebat et place– bat tam Deo quam hominibus ( 1)_ Y Hernández concurría por el reloj a innumerables con– sultas, donde alcanzaban primería su modestia y discreción y donde su voto deliberativo, al traducir la mirada sagaz de su certero ojo clínico, era escuchado con aprecio y acogido con beneplácito por venerables y encanecidos maestros, que casi enmudecían delante de él como Plotino delante de Orí– genes La savia joven, la sangre nueva se transfundía a los árboles mayores, a las cabezas erectas de la vieja cien– cia, para hacerlos más robustos, más claros, más copiosos. "Pregúntenle a Hernandito, que sabe más que nosotros", de– cía cierta vez sin el menor sonrojo uno de aquellos ancianos. "No creo exagerar, ha dicho el doctor Dominici, si asiento que los primeros diagnósticos científicos hechos en Caracas fueron los suyos. Repitióse con 61 lo ocurrido con Vargas, el padre y fundador de nuestros estudios médicos, que llegó a ser el ídolo de cuantos sufrían en Venezuela y fuera de Venezuela". "Para él, dice uno de nuestros mejores clínicos, el ilus– trado doctor Manuel A. Fonseca, a quien llora también la ciencia, al analizar la faz profesional de Hernández; para éi no era misterio que entre la ciencia y el arte existe una es– trecha alianza, en la cual perennemente deben convivir, so pena de que divorciados, la ciencia se tornara estéril e in– fecunda y el arte groseramente empírico. Se sintió sabio y artista, sagaz observador e insigne intérprete, y ofició, se– guro e inflexible en la Clínica, único templo capaz para ren– dir culto al hecho y a la verdad práctica, sublimados por el raciocinio y la observación. (1) J,Reg.11.26

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