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DR. JOSE GREGORIO HERNANDEZ 89 te didáctica, que hace amenos y simples los más intrincados problemas de dicha Ciencia". Este importantísimo libro fué parte a que se le computa– sen hábiles los años que le faltaban para coronar el período legal señalado al otorgamiento de la jubilación, la cual ob– tuvo del Ministerio de Instrucción Pública, el 20 de junio de 1906" (6). Aquel anhelo de ciencia a que no daba tregua y el de propagar la suya entre la juventud que se le había confiado, le condujo en 1917 a hacer viaje a Estados Unidos y Europa con el propósito de complementar estudios de embriología e histología, de que ya planeaba textos oportunos. Desgracia– damente, la guerra, cuyos trastornos y perjuicios no lamenta– remos nunca lo bastante, le impidió pasar a Madrid, pues él pretendía llegarse a París y aun acaso hasta Berlín, para efec– tuar ciertos experimentos en laboratorios que le eran conoci– dos. Por eso hubo de regresar a Norte América, donde en la Columbian University y en otros institutos similares, se ocu– pó con energía en pruebas teóricas y prácticas especiales so– bre puntos que le interesaban, entre otros el empleo de la chaulmoogra como específico para la tuberculosis. Como una digresión, queremos consignar en este punto un triunfo de su renombre científico, que se refleja sobre el de la patria. En llegando a New York, un compatriota, clien– te antiguo, que se hallaba allí casi moribundo sometido a los cuidados de un excelente profesional yanqui, le hizo llamar incontinenti; y se puede asegurar que la presencia de Her- 116ndez fué providencial, pues por confesión del propio facul– lotivo que había equivocado el diagnóstico, la muerte del en– fermo hubiera sido inminente con el tratamiento que se le es– loba aplicando. (6) Gaceta Oficial, N° 9.799.

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