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DR. JOSE GREGORIO HERNAN!JEZ 79 --------------- alguna cátedra oyóse mencionar alguna vez como espanto– sos fantasmas los microbes: y cuando no se sabía ni tra– ducir lo más elemental, no es extraño que no tuvieran ca– bida en los planes de la enseñanza los tesoros con que allen– de los mares se enriquecía la ciencia. HERNANDEZ viene a llenar, a colmar de manera mara– villosa, este oscuro inmenso vacío. Podríasele comparar con el sol cuando, al decir del Salmista, lánzase alegre como un gigante a recorrer su camino: exsultat ut gigas percu– rrens viam. En el ejercicio de sus clases, que leía con matemático exactitud y la más pulcra conciencia, con severidad pero con aliento para los jóvenes amantes del trabajo, el doctor Her– nández desde el primer momento dió a comprender la im– portancia de su Aula, el dominio cabal de sus conocimien– tos, una habilísima penetración investigadora, su técnica pro– fesional admirable, facilidad para transmitir la ciencia, su excelente sentido y juicio crítico, su magistral autoridad. La.3 clases, a las que a veces concurríamos por modo de curio sos muchos estudiantes profanos, eran amenas y pedían de suyo la atención y la reflexión. Qué gratamente se impre– sionaba y se movía el espíritu, cuando aquel maestro, aquel pedagogo novel, al empleo de métodos y recursos antes no 11sados aquí, iba explicando sus lecciones con atrayente ele– ' 1ancia y una tonalidad juvenil, pero con acierto grave y se– n,no, con una consistencia maciza, como de hombre madu- 1o y sapiente I Cuánto gusto e interés despertaba en los áni- 111os, cuando después de haber hablado, por ejemplo, so– l ,re las células, el protoplasma, el núcleo, su reproducción ::ubre el microbio, su morfología, su cultivo, etc., decía con
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