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DR. ,TOSE GREGOIUO l!ERNANDEZ 63 teza, le sirvió a la vez de oportuno momento para privarse en lo adelante de unos solaces que sin duda le hacían bien, mas de los que se desprendía voluntario por una considera– ción más elevada. Diríase que el suceso le estrujó las fibras todas de su pecho y, rompiendo lazos y nudos, dejóle más libre para recogerse dentro de sí, para despedirse del mundo y sus falsías, y para darse a Dios con muy más puro entre– gamiento. Su alma, cual si se dilatara más, divisó horizontes llenos de luz; el intelecto se desplegó con máximo poder, y a la fuerza de un estudio todavía más ahincado, alcanzaba la comprensión rápida de todos los arduos problemas de la Ciencia. Así compareció, a modo de caballero armado de escudo y loriga, a la justa del examen integral para el grado de Doctor en Medicina, el cual le fué conferido solemnemente por la Universidad en medio de unánimes testimonios, el 2::J de junio de 1888 La amistad y la ciencia se unieron al júbilo social para m;:lamar este simpático triunfo del propio esfuerzo, de la vir– tud y del saber. En el digno y relevante hogar del doctor don Aníbal Dominici, donde se distinguía y se amaba a Hernán– dez como a hijo, tan amigo como era del joven condiscípulo doctor Santos Aníbal, celebróse aquel día una plácida y li– sonjera fiesta en obsequio y agasajo del nuevo laureado, junto con la del natalicio de uno de los de la casa, Pedro César, notable figura de las letras y de la diplomacia vene– zolanas
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