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62 DR. J. J\1. NUÑEZ PONTE trépido consigo en primer término, satisfecho de que la va– lentía humana, según apunta Salomón, está principalmente en vencerse a sí mismo subyugando las propias pasiones. Y esos sacrificios que podemos decir de cuantía menor, van apercibiendo y habituando las almas para inmolaciones de otro orden, a que se vincula la augusta sublimidad de la vida. Y cuanto era de recio consigo propio, éralo de piadoso y benévolo hacia los demás, de suerte que su extremada delicadeza de conciencia le hacía inquietarse por las faltas más ligeras contra la caridad Un sacerdote amigo nos ha referido que cierta ocasión le encontró camino de su confe– sor para consultarle si se pecaría oyendo no más una con– versación adversa al prójimo, aun cuando no se la hubiese:, provocado. Tenía por regla invariable de conducta no ha– blar sino lo indispensable; y la dulzura de su carácter y lo suave de su trato no dejó ce ser interpretado alguna vez de manera denigrante y vergonzosa. Pero él imitaba a Fran– cisco de Sales, el más acabado modelo de mansedumbre después de Nuestro Señor, según San Vicente de Paúl, y que estuvo bajo el peso de una calumnia durante siete años. Dios prueba a los suyos en distintas formas: con las enfer– medades, las angustias, las ignominias, la pobreza, las per– secuciones, los desalientos, las tentaciones, que si a menudo son terribles, son sin embargo acicates para el amor. Cierto, es sabroso tener alguna pena que ofrecer a Dios. Cómo de– pura el alma el sufrimiento, y la desprende de lo terrenal 1 Bendito Dios, que aun en los males aparentes nos ofrece los más sólidos bienes. HERNANDEZ era conocedor de esos re– cursos espirituales y sabía aprovecharlos para sí mismo. Por aquellos días, la muerte de su hermano José Benja– mín, promesa lisonjera arrebatada al amor de todos; muerte que le afectó tan dolorosamente sumiéndole en honda tris-

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