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DR. JOSE GREGORIO HERNANDEZ 57 ------- ------------ -- nunciar palabras descompuestas, antes le buscaban para estudiar en compama. Los exámenes los pasaba en la más gallarda aunque modesta apostura, y merced a una intense! y seguida labor, de ésas que a la verdad queman pestañas, siempre reportaba, junto con la admiración de grandes y menores, las calificaciones más altas. Los catedráticos y otros doctores de notable fama: Elías Rodríguez, José de Bn– ceño, Calixto González, Adolfo Frydensberg, José Manuel de los Ríos, Alejandro Frías Sucre, Nicanor Guardia, Juan Ma– nuel Velásquez Leve!, José Ignacio Cardozo, Guillermo Mo– rales, Antonio José Villegas, etc, que le iban conociendo, le veían con interés, hasta con orgullo, le sonreían con sus elo– gios, le impartían los más halagadores alientos, como Cha– teaubriand y Lamartine al joven Ozanam, y le pronostica– ban un luminoso futuro, sin adivinar tal vez por increíble, la alzada cima adonde había de remontarse. Mediando el ano tercero del curso, cayó HERNANDEZ tan gravemente enfermo, que se llegó a temer por su vida. Alrededor de un mes, la fiebre tifoidea, flagelo de nuestras juventudes, túvole postrado de modo acerbo. Tres médicos eminentes, los doctores José Manuel de los Ríos, Antonio José Villegas y Guillermo Morales, le disputaron a la muert2 con ardor y le arrebataron la valiosa presa, imponiéndose el espontáneo deber de asistirle, lo cual hacían paternalmen– te en doble consulta diaria. Por su parte, los condiscípulos no permanecieron a la zaga, pues alternando cuatro de ellos cada día, le ayudaron con fraternos desvelos al lado de su lecho, durante la penosa enfermedad. Y fueron también muchos los caballeros y familias que en Caracas se intere– saron por su salud, pues ya era él muy querido en nuestros centros sociales; distinguiéndose el bien recordado historió-
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