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DR. JOSE GREGORIO HERNANDEZ 51 de costumbres livianas, mas de sonoro metal de voz, de gestos brutales, supeditan a pobres jóvenes tímidos, nota– bles quizá en el punto de vista intelectual y moral, pero que no gustan de ser señalados y a quienes un reparo en pú– blico, aun cuando no tenga razón de ser, una simple sonrisa, siquiera un movimiento de hombros, hacen retroceder de espanto: jóvenes creyentes y virtuosos que por falsa ver– güenza, por respeto ~umano, como se dice, dejan de serlo, para que no se diga ni se repita que lo son. Al juntarse un grupo, al mezclarse, por cierta como ley misteriosa de en– dósmosis, diríase que se efectuaba entre unos y otros un cam– bio de mediocridad. Parece como si cada cual, subiendo un momento de las profundidades de su alma a su propia superficie, se hiciera capaz de todas las claudicaciones y de todas las tonterías. Entonces se burlan entre sí de las cosas que más respetan: la religión, la autoridad, las costumbres, el honor mismo, sin calcular las consecuencias de sus fara– mallas. Debieran agruparse para multiplicar sus fuerzas, y lo hacen para poner más a la luz sus debilidades. Deberían unirse para procurar que los débiles se apoyasen en los ejemplos de los fuertes y los fuertes se rebajan al nivel de los débiles. El respeto humano social mata en ellos la con– ciencia individual. Pierden su personalidad y se convierten en máquinas al hacerse multitud. Jóvenes: HERNANDEZ os enseña a ser hombres de con– ciencia; a respetar las convicciones e inspirarnos en las exigencias superiores del deber y no en las insulsas opinio– nes ajenas; a imponeros a las circunstancias de tiempo, de r:spacio, de medio, y a no dejaros avasallar por ellas; a seguir derecho vuestro camino de estudiantes cristianos y no estar como veletas a merced de cualquier viento; a fijaros, ante todas las cosas, por Dios y por la Patria, esta augusta con– ~;iqna: EL DEBER 1 Recoged sus enseñanzas.
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