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DR. JOSE GRBGORIO HERNANDEZ 49 boras, venenum aspidum sub labiis, como declaraba un Salmo, saliéndose del círculo de sus deberes, violando el sa– grado de las ideas y torciéndoles el recto oriente a las inte– ligencias, se hicieron demagogos y sofistas agresivos en daño de la conciencia de los estudiantes, en daño de la har– monía y felicidad de los hogares, en daño de la paz misma de la sociedad. En nombre de la razón científica, qué deci– mos! del fanatismo científico que es la ciencia sin Dios, no sólo se atacaba sino se hacía burla a la fe religiosa, a las enseñanzas de la Biblia, que se presumían en abierta opo– sición con los postulados y conquistas del genio moderno considerándolas meras fábulas y mitos; y si hubo vez que algún estudiante osado, movido por los restos sobrevivien– tes de su religión, saliese por los fueros católicos, pagaba caro la audacia, porque el maestro le ponía la vista y sus compañeros, de buenas a primeras, motejábanle de místico y beato. Muy lejos estamos de achacar culpa alguna a la juven– tud de la época en una situación de que no era responsable, pues no se la había educado, no se la había preparado para semejante coyuntura, de la cual eran recién dueños los di– rectores del movimiento intelectual. Empero, es preciso con– venir que se requería una gran dosis de instrucción religiosa para no contagiarse de aquella atmósfera deletérea, antes bien para resistir con firmeza las acometidas a la fe, "funda– mento y sustancia de nuestras esperanzas eternas", llámala el Apóstol (2); necesitábase gran claridad de conciencia y dominio de sí para, manteniendo incorruptas las creencias, como una torre inexpugnable, ante las "profanas novedades y oposiciones de la mal titulada ciencia" (3), ante los apa– rentes triunfos de la razón mal informada e infatuada, no (2) Epíst. a los Hebreo.s, XI, l. (3) Epíst. I a Timo!, VI, 20.
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