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48 DR. J. ~I. NUÑEZ PONTE Asimismo, hemos sido afectos sobremanera por la Fran– cia; sin embargo, con poseer ella elementos tan ricos y mag-– níficos, con sacarlos de sí generosa y largamente para bene– ficiar al mundo, en medio de nuestro buen amor a esa nación gloriosísima, primogénita del Cristianismo, emblema de cul– tura, país c.lásico del ingenio y de la gracia, de la cortesanía y del talento, de las más sugerentes emociones y hasta de las prerrogativas de la santidad, nos empeñamos a tomar, a copiar mucho, muchísimo, de lo malo que impera en la mi– noría de su gente. Valgan, entre otras cosas, los aires de incredulidad, de impiedad, o cuando menos de indiferencia, que envenenaron en su origen a nuestras instituciones, y después, peculiarmente, los recintos del saber. Los jóvenes que iban a buscar luz en aquel emporio tan justamente ape– llidado cerebro del universo (1), volvían cambiados de re– dondo en su fe, con tinieblas en la mente, perdida la fijeza de sus principios; renegando de Dios, como si la acción y providencia Suya estuviese demás en las gestiones de la ciencia, en el rodar de la vida, en el movimiento de la his– toria. El librepensamiento y las teorías positivistas vinieron a ser como signos del tiempo en la mesnada estudiantil, o más bien moda petulante y alardosa, que daba pábulo al orgullo y a la vanidad. Las familias temblaban por las creencias, por el alma de sus hijos, sin poder arreglárselas, cuando éstos tenían por fuerza de acudir a las aulas universitarias. Ciertas cátedras, en especial de Medicina y de Ciencias Na– turales, se habían tornado púlpitos arrogantes de doctrinas sectarias, produciendo un grave desasosiego mental; y los profesores, que llevaban en los labios el veneno de las ví- (1) Era entonces la costumbre ir a París en solicitud de perfec– cionar los estudios superiores. Pero lo que decimos del cambio y de la apostasía de los jóvenes, aconteció también posteriormente cuando otros se dirigieron a centros distintos, de Norte América, de Inglaterra, Italia y Alemania.