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44 DR. J. M. NUÑEZ PONTE de la República", era el muy conocido director de aquel ins– tituto; quien no tardó en descubrir y apreciar las exquisitas peregrinas cualidades del nuevo alumno. En ese solo colegio, conforme a las usanzas nada volu– bles de entonces, estuvo HERNANDEZ, y bajo la sabia tute– la intelectual del doctor Villegas, hizo con singular lucimien– to los cursos Preparatorio y Filosófico, hasta optar en la Uni– versidad el primer lauro del Bachillerato por junio de 1882. Y aun después, si bien con el oficio de Vigilante, quedó vi-– viendo y sometido en la casa. Cuál fuese su contracción a esta segunda enseñanza, cuál su proceder y maneras, cuál su ejemplar piedad y há– bitos estudiantiles, conjunto encantador que le captaba vo– luntades y le atrajo las simpatías y cariño de sus maestros tanto como el afecto y consideraciones de sus compañeros, bien a las claras dícelo el que, por tres consecutivas ocasio– nes, semejante al Deroso de d'Amicis, mereciera la más ca– lificada distinción del colegio: la Medalla de Aplicación y Buena Conducta, gran premio de aliento y loor excelso a la virtud juvenil, que ha desaparecido, por cierto, de las con– suetudes de nuestras casas educativas. Y eran ya tan só– lidos los conocimientos sobre que asentaba su prestigio y tamaña su autoridad, que para ventajarse de ellos, el pro– pio entendido director no titubeó en designarlo, mero estu– diante del primer año de Filosofía, catedrático de Aritméti– ca de una de las secciones escolares; cargo que, es fama, desempeñó con esmerada competencia y creces y como favor honrosísimo, durante su permanencia en el establecimiento. Prolijamente aún pudiéramos disertar, a estímulo de lo juventud colegial, para ponderar en justicia cuanto se nos ha referido y consta del comportamiento de HERNANDEZ, ya en sus clases, ya en privado; lo modelo que era en todo;
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