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DR. JOSE GREGORIO HERNANDEZ puesto en orden, por cuanto le dilata el corazón al amor patrio, la satisfacción con que el maestro que hace de la profesión un sacerdocio, contempla el elevamiento de uno, de diez, de cien discípulos, mientras él, ignotus miles, per– manece en la tranquila pero noble penumbra de su posición y continúa impávido, sin desmayar, su tarea incomparable, generadora y ductriz de hombres. Qué gozos, qué méritos no habrían lisonjeado al maes– tro Sánchez, si se le hubiese concedido la fortuna de admi– rar el grosor y gigantesca majestad de aquel cedrito, que él había regado y abonado, y para el cual soñó desde enton– ces la más erguida copa y frondoso ramaje, que ofrecer pu– diera albergue a muchas aves, sombra a muchas almas! Algo más de 13 años contaba HERNANDEZ cuando su padre, próvido, de igual parecer que el del maestro, resolvió viniese a seguir estudios en Caracas. Por febrero de 1878, dos amigos de la familia, a la sazón diputados al Congreso. los señores generales Jesús Romero y Francisco Vásquez, se ofrecieron como conductores del adolescente, y aceptada su oferta, bajo el cuidado y recomendación de ellos ingresó éste en calidad de interno al Colegio "Villegas", que goza– ba de extensa nombradía, y adonde traía, delicada y fresca, una conciencia pura como su edad, aguijada por toda noble aspiración y dispuesta a las emociones del estudio, cual flor mañanera al rocío de la alborada. El doctor Guillermo Tell Villegas, antiguo rector del Co– legio de Carabobo, grande y celebrada figura social y polí– tica, de notorios relevantes recaudos por su actuación hu– manitaria e índole cristiana en medio de nuestras contien-– das, apellidado posteriormente por un magistrado el "Néstor-

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