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280 DR. J. M. NUÑEZ PONTE haciendo toda suerte de contorsiones; se inclinaba a la dere– cha y a la izquierda con cierto aire de burla, y por último, creí verlo que se doblaba más profundamente como si me hiciera una cortesía, hasta que tomando vuelo se desprendió de la mesa y fué a colocarse sobre la puerta entreabierta de la habitación. Puras ilusiones visuales 1 En medio de las tinieblas que cada vez más ofuscaban mi mente, pude pensar que todo lo que me acontecía eran obras de mi imaginación cansada y estropeada por el traba– jo de aquel día y por la enorme tensión eléctrica de la atmós– fera. Comprendí también que en vano trataría de luchar con– tra este estado de cosas y decidí someterme a la fatalidad. Un ruido sordo, como de trueno lejano que me pareció oír, acabó de ofuscarme y de hacerme perder el sentido de la realidad. Tuve todavía bastante conciencia para más convencer– me de que era incapaz de recobrar mi autonomía y miré de– .soladamente alrededor de la habitación, como quien busca auxilio. Al cabo de un rato, con gran sorpresa ví o creí ver junto a mí un sér indefinido, semejante a una Aparición, que me estaba mirando con ironía. Su vestido blanco era cual una amplia túnica que se movía como si fuera a impulsos del viento, y de tal manera disimulaba sus formas, que me era imposible distinguir si ese ente que estaba en mi presencia era hombre o mujer. Largo tiempo estuvo mirándome despreciativamente. Su mirada inquisidora penetraba hasta el fondo de mi vacía imaginación, y la registraba minuciosamente como quien hojea un libro. Aquel análisis frío y sostenido de mi sér interior, semejante a una disección anatómica, me producía una es– pecie de congelación interna. Después de haber prolongado
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