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LOS MAITINES Para mi distinguido amigo el R. P. Benjamín Honoré, Profesor de Filosofía en el Colegio Francés. La campana interrumpe el profundo silencio del desier– to. La densa noche cubre implacablemente el bosque de ne gro y caliginoso sombra; pero en aquella completa soledad la Cartuja recibe de lo alto una lluvia de serenidad y de paz. Entre ratos percíbense los ruidos innominados del desierto, el azaroso canto de las aves nocturnas o el ulular de los de– solados animales silvestres. Cabe el vecino riachuelo, las ra– nas entonan el triste canto, su sola protesta contra aquello espesa medianoche sin luna. Distínguense los objetos de una manera extraña y las vi– siones se suceden tan numerosas como los objetos. La cruz que se levanta triunfante en medio del cementerio, como un símbolo cierto de futura resurrección, toma en medio de aque– lla inundación de tinieblas, gigantes proporciones. Las tum– bas de los que un tiempo fueron víctimas voluntarias del amor divino, se juntan en fraternal abrazo de unión sin fin Y los cipreses y los mirtos se levantan orgullosos hasta el ni– vel de la torre del convento, y se entremezclan con las co– lumnas del silencioso claustro.

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