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272 DR. J. M. NUÑEZ PONTE histérica a quien se le sugirió que en la tarde del día siguien– te saliera a paseo con su sombrero puesto al revés. En lle– gando la hora sugerida, todos oyeron que la enferma decía: -Qué cosas tan raras se me ocurren! Solamente que estuviera loca me pondría el sombrero al revés! Y salió vestida correctamente. Ya ves tú que los histé– ricos, al aceptar la sugestión, lo hacen tan libremente que pueden rechazarla y practicar lo contrario. Carlos repuso: -Y si admitimos la libertad humana ¿ no nos ponemos en contradicción con la ley de conservación de la fuerza? ¿Tendríamos que admitir que un acto voluntario podría crear de la nada un movimiento intercurrente, cuando está demos– trado que todo movimiento resulta siempre de un movimien– to anterior? -La voluntad libre, respondió don Felipe reposadamen– te, no crea ningún movimiento de la nada; lo que hace es servirse, poniéndolas en libertad, de las fuerzas almacenadas en los elementos musculares. Además de que la ley de la conservación de la fuerza está demostrada por un sistema cerrado e inerte y no lo está respecto de los seres vivos. Conforme Carlos se iba poniendo pensativo, la dama ma– nifestaba ostensiblemente su alegría. -Pero es lo cierto, volvió a decir Carlos, que nos decidí mas siempre por el motivo más poderoso. -No siempre, dijo don Felipe; por ejemplo, una persona obediente a los mandamientos de la Iglesia, no tomará el ali– mento antes de las doce en un día de ayuno aunque tenga mucho apetito; mientras que el falderillo de tu casa al pre– sentársele el alimento se lo comerá irremisiblemente si tiene hambre.
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