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DR. JOSE GREGORIO HERNANDEZ 271 pequeña estación estaban dos granujas vestidos de harapos. Uno de ellos dirigiéndose a su compañero le dijo: -Vale, ahora me gano cuando menos tres reales con los pasajeros que vienen. El otro, levantando la mano derecha hasta el nivel de los ojos, y cerrando unos después de otros los dedos, le res– pondió: -Veo ... ! El vagón continuó su interrumpida marcha y los pasa– jeros nos colocamos de nuevo en nuestros respectivos puestos. Don Felipe continuó: -Oye, pues, Carlos; la estadística nos enseña solamen– te los meses en que se verifican esos actos de que tú ha– blas, pero nada nos puede decir del estado psicológico de sus autores, el cual sólo puede ser conocido por la conciencia. -Concedo que los argumentos en favor del determinismo dados por la estadística sean bien débiles, -replicó Car– los-, pero es que los hay más poderosos. Si se le sugiere un acto cualquiera a un histérico durante el sueño hipnó– tico, lo realizará al despertarse. Preguntémosle en seguida si lo ha hecho con entera libertad, y nos afirmará que así lo hizo. -Y así lo ha hecho en efecto, porque la sugestión no obra sobre la voluntad sino indirectamente por el interme– dio de la memoria y de la inteligencia. Los actos se verifi– can así: al producirse la reviviscencia del hecho sugerido, la inteligencia lo considera y ofrece a la voluntad, la cual lo acepta si es de su agrado, o lo rechaza en el caso con– trario; de suerte que aun aquél que está influído por la su– gestión, puede obrar libremente. Recuerdo haber leído la observación de un notable neurologista. Se trataba de una

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