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270 DR. J. M. NUÑEZ PONTE igual de matrimonios? Lo mismo acontece con los robos y con los homicidios. Un buen estadista calcula sin errar que dentro de dos años habrá un determinado número de es– tos sucesos, de la misma manera que un astrónomo indica los eclipses del sol y de la luna que se verificarán de aquí a diez años. La señora miró a don Felipe con zozobra y como su– plicándole que ilustrara al adolescente. Don Felipe repuso: --Analicemos bien ese argumento. Por ejemplo, todos comemos generalmente a las siete; si tú vas a la mesa con nosotros a esa hora, ¿lo haces de una manera necesaria, o te consta por el contrario que tendrías la libertad de no ir? --Es claro que puedo no ir si así me place. -¿Aunque tuvieras mucho apetito, podrías dejar tu pues- to vacío en la mesa? -Sí, por cierto. -Ya ves, Carlos, que eres libre, puesto que no te dejas dominar por tu apetito y puedes triunfar de él. Y de todos los móviles humanos, los más poderosos son las inclinacio– nes físicas, que impulsan casi como instintos. -Sí, dijo la madre con gozo, los Santos adquirieron la perfección en grado heroico, porque lucharon contra todos sus apetitos corporales y triunfaron de ellos. Por mi imaginación pasó el recuerdo de aquel dulcísimo Francisco de Asís despedazando su carne virginal con las es– pinas de unas zarzas en una terrible noche de invierno, lu– chando violentamente contra la tentación y venciéndola. La máquina detuvo su marcha por breves instantes. To– dos nos asomamos a las ventanillas. En el corredor de la
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