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DR• .TOSE GREGORIO HERNANDEZ 269 -Mamá no quiere que haga mis repasos, sabiendo que tengo que presentarme al examen de bachiller muy pronto. -No es el repaso lo que me desagrada -replicó– sino que te veo con unas ideas raras y muy distintas de las que tenemos en casa. El caballero fijó de nuevo su mirada indagadora en el joven, y éste levantó un poco la voz como quien trata de expresar un profundo y firme deseo del alma: -Tío Felipe, es que yo quiero saber. La locomotora producía un gran estruendo en las vuel– tas del camino, los árboles del bosque huían velozmente y los pájaros se levantaban en bandadas, mientras que el pe– nacho de humo quedaba como señal efímera de nuestro paso. Yo pensaba que este otro penacho de humo -el hom– bre- vive atormentado por el mismo deseo de Carlos de saberlo todo; sólo que al buscar la vida en su ciencia, no po– cas veces encuentra sino la muerte. -Mira, Felipe, -dijo la dama-, ayer no más me ase– guraba que las buenas obras que hacemos no nos sirven de nada, porque nosotros obramos siempre a impulsos del mo– tivo más fuerte y sin ningún mérito de nuestra parte. Su tío guardó un rato de silencio, al cabo del cual le dijo: -Te has vuelto determinista a lo que veo, mi querido Carlos, y eso te perturba considerablemente, porque encuen– tras que tu filosofía pugna contra tu religión. -Carlos contestó: -Yo desearía que alguien me pusiera de acuerdo esas cosas. Sin embargo, me parece claro lo que nos enseña la estadística. ¿No vemos que hay todos los años un número
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